“Mira, envío mi mensajero delante de ti para preparar tu camino”. Mc. 1, 1-8

“Mira, envío mi mensajero delante de ti para preparar tu camino”. Mc. 1, 1-8

2º Domingo de Adviento

«Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.»

Esta 1ª palabra, «comienzo» nos remite a la 1ª palabra de la Biblia, del libro del Génesis.

 Si se trata de un comienzo, es que hay un después, la Buena Nueva de Jesús, el ungido, al que Marcos afirma Hijo de Dios. Ante su muerte, el centurión pagano también proclamó: «Este hombre era verdaderamente Hijo de Dios.»

Nos crea y nos recrea, El crea lo nuevo y renueva todas las cosas. El cristiano recomienza cada día, recomienza siempre.

En el desierto, Juan Bautista proclamaba: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus senderos.» Jesús mismo es el Camino. Esta llamada a la conversión es siempre actual. El desierto no es tan silencioso como uno se imagina, puesto que permite oír cosas que de otra manera no oiríamos, la Palabra de Dios en lo hondo de sí.

Hoy, se nos ofrece vivir otras formas de desierto: aislamiento, confinamiento, relaciones reducidas con los demás, personas solas, no reconocidas, abandonadas… y, para nosotras, en EHPAD[1], sufrimiento compartido con los demás residentes, la soledad, la ausencia de las familias que no pueden venir para rodear a los suyos a causa de la pandemia, el dolor de tantos y tantos fallecimientos.

«Y después». Nos sentimos identificadas con este texto de un sacerdote de Burdeos, Pierre Alain Lejeune:

«Después será diferente de antes, pero para vivir este después hemos de atravesar el presente. Hemos de consentir a esta otra muerte que se juega en nosotros, esta muerte mucho más dura que la muerte física. Porque no hay resurrección sin pasión, no hay vida sin pasar por la muerte, no hay auténtica paz sin haber vencido su propio odio, ni alegría sin haber atravesado la tristeza. Y para expresar esto, para expresar esta lenta transformación personal que se realiza en el corazón de la prueba, esta prolongada gestación de nosotros/as mismos/as…para expresar esto, no existen palabras. (Fragmento de un texto de Pierre Alain LEJEUNE, sacerdote de Burdeos).

Y hoy nos beneficiamos de la Eucaristía cotidiana que nos sostiene, nos modela y nos nutre… Reconocemos la presencia de Dios en nuestras vidas, manifestada en el corazón de las relaciones, allí donde estamos. Estamos habitadas por la presencia del Señor e invitadas a descubrirlo en los pequeños gestos de la vida cotidiana y a compartirlo. Así, nuestra pobreza común se convertirá en riqueza; esta es nuestra Esperanza. 

«Sumérgenos enteramente en tu Espíritu, tú, Dios de los comienzos y de la novedad, y danos corazones generosos y abiertos, adaptados al porvenir que tú nos preparas. Amen » (Extrait : Oración de Normand Provencher en « Prions en Eglise » p.51).

«La Hermanita de la Asunción, como otro Juan Bautista, se esfuerza para anunciar la salvación a los pobres y a los enfermos, mostrando al Cordero de Dios y diciendo: Preparad los caminos, he aquí que llega el Reino de Dios.» (Directorio, p. 26)

Comunidad de Hermanitas de la Asunción del EPHAD E.Pernet en Grenelle-Paris


[1] : Establecimiento de Alojamiento para Personas Mayores Dependientes.

2 comentarios

  1. Pilar Bugeda monzon dice:

    No nos besaremos, ni abrazaremos. No podremos estar juntos, para reir, orar, comer, cantar. Como todos los años. No podremos celebrarlo con familia, faltaran seres queridos que se fueron.
    Con la Esperanza puesta en Dios. aprenderemos a amarnos sin barreras. Hermanos todos, con brazos y corazon abiertos en un futuro que nos espera con fuerza que el Niño Dios nos acompañará con su LUZ Y SU PAZ.

  2. Marta Elena RIVILLAS Casasm dice:

    Gracias….muy especial y vital la » REFLEXION» ORACION…».

    !!! !DIOS NO SE MUDA. !!! Siempre está de la mano con nosotros. SI LO ACEPTAMOS ..CON EL CORAZON…!!!

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