MENSAJE DE PASCUA 2022

MENSAJE DE PASCUA 2022

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” Lc.24/5

Es lo que hacen, en un primer impulso, María Magdalena, Pedro y Juan. ¡Buscar y hallar a Jesús! El que les dijo: «Os doy mi paz, no como la da el mundo.» Os doy mi paz. ‘la que cada día recibo de mi Padre’.

Este es el tesoro que tenemos en nuestras manos en este día de Pascua.

Encontrar a Jesús. Pero ¿dónde y cómo?

Encontrar a Jesús cuando tantas situaciones actuales parecen estar en punto muerto:

La guerra en Ucrania, los conflictos sin fin en Siria, en Etiopía. La imposibilidad de un reconocimiento mutuo entre Israel y Palestina. Múltiples conflictos en numerosos países… Emigrantes y refugiados rechazados por todos y políticas migratorias cada vez más represivas ante la xenofobia galopante que atiza los miedos.

Y en todos los continentes, los pobres son cada vez más pobres.

Así, ¿Cómo resistir siempre, una y otra vez? ¿Cómo acoger y creer que de la muerte ha brotado la vida?

¡Abramos los ojos!

Cuántos organismos, asociaciones, movimientos humanitarios cristianos o no, vemos cerca de nosotras, que desde hace años luchan por la libertad, la democracia, el reconocimiento de las mujeres, la supresión de la pena de muerte, la protección del planeta…

Y la lista no termina: estos dos últimos años la solidaridad ha sido inmensa ante la pandemia, igual que estos días ante la guerra en Ucrania.  ¿Vemos la Iglesia que, a la llamada del Papa, se pone en camino de sinodalidad, actuando así como pueblo de Dios? ¿Vemos la Iglesia, pecadora, emprender un camino de verdad, para reconocer los numerosos abusos sexuales y de poder que destruyen a las personas? No es acaso, en cierto modo, una manera de percibir la palabra de Dios: «¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho con tu hermano? Todos estos actos, grandes y pequeños, afirman la grandeza de cada persona y la voluntad de reconciliación para que la vida tenga la primacía. ‘Dejémonos sorprender por la fragilidad del bien que, de manera inesperada, viene a iluminar nuestra vida.’

Con aquellos y aquellas que nos han precedido en la historia de la humanidad, con Ruth y Noemí, que nos han acompañado en esta preparación del Capítulo general, con María Magdalena y los apóstoles; SÍ, con todos y todas ellas, también nosotras estamos llamadas a superar nuestros límites, nuestros miedos, nuestras incredulidades, nuestras desesperanzas, pues en «la barca de la Iglesia» Jesús nos dice: ¿Por qué tenéis miedo? Salgamos de nuestros bloqueos y repliegues para ser testigos audaces.

En este día de Pascua la muerte está vencida. La Alegría, esta «alegría misionera» (1) y la esperanza, son posibles.

Es así, por este camino, que la palabra de Jesús se hace realidad:

«Os doy mi Paz».

A ejemplo suyo, contemplándolo como nos invita Esteban Pernet, podremos recibirla paz del Padre si tomamos tiempo de orar, de contemplar, hasta llegar a reconocerlo como lo hicieron los discípulos en el camino de Emaús. De esta manera nos dispondremos a dejarle un lugar, “el lugar”, desechando nuestras excesivas inquietudes, nuestras incertidumbres, bloqueos y desalientos, lo mismo que nuestras pretensiones de omnipotencia. Dejar este espacio en nosotras, en el lugar mismo de nuestros límites, para que Dios deposite allí su Paz.

Podremos entonces ofrecer esta paz, en reciprocidad con aquellos y aquellas que están en la misma lucha por la vida; con aquellos y aquellas que a veces se cansan de luchar.

«Anunciando a Jesucristo que es la Paz en persona (Ef. 2/14), la nueva evangelización compromete a todo bautizado a ser instrumento de pacificación y testimonio de una vida reconciliada» (2). Seamos auténticas compañeras de esperanza y de paz, porque sabemos y creemos que Cristo ha Resucitado. Él nos precede y acompaña en nuestras galileas de hoy.

Consejo general de las Hermanitas de la Asunción

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