La historia de mi vocación

La historia de mi vocación


La primera vez que visité una comunidad hermanitas de la Asunción fue en Blackpool, Cork, Irlanda, hace más de 40 años, ¡y tengo tantos recuerdos de ese día! La historia de mi vocación podría resumirse en estos pocos verbos: ser, escuchar, ir, responder, arriesgar, atreverse… muchos otros verbos podrían describir esta llamada que todavía hoy me aporta energía, alegría, retos y da sentido a mi vida.

Nací en los años 50 en el seno de una familia de clase trabajadora de la Irlanda rural. Éramos ocho niños, seis chicas y dos chicos. Crecimos en un hogar donde la misa y la vida parroquial acunaban nuestras vidas como las estaciones del año; la fe y la oración simplemente estaban siempre presentes.

Al igual que mis cinco hermanas, fui a la escuela religiosa durante toda mi educación. Las Hermanas de la Misericordia nos proporcionaron una buena educación y una base sólida en nuestra fe católica, nos enseñaron a participar en el coro y en las actividades locales, ¡sin perder de vista el mundo!

Mis padres habían heredado la fe de sus padres; en las alegrías y en las pruebas habían aprendido a confiar en Dios y a su vez nos transmitieron esa fe.

Yo era adolescente cuando tuvo lugar el Concilio Vaticano II, con lo que cambió nuestra comprensión de Dios, y de la comunidad eclesiástica, quizás incluso del mundo… Todo ello en medio de las manifestaciones, cuestionamientos y rebeliones de los años 60. En la zona rural de Cork, por aquel entonces, vivíamos todo esto tranquilamente, pero a nuestro alrededor las cosas estaban cambiando.

Mi generación fue testigo de los cambios teológicos de una imagen punitiva de Dios a una de amor y misericordia, con el cambio de los roles de género y la participación.

Si «la gracia se basa en la naturaleza», desde muy joven sentí que Dios estaba cerca, que formaba parte del mundo, y me sentí conectada a su presencia mientras buscaba su voluntad.

A través de mi amor por la naturaleza y el ejemplo de vida de tantas personas solidarias a mi alrededor, la semilla se sembró y en medio de todas las convulsiones sociales del mundo escuché un «ven y sígueme»: me sentí atraída por Jesús y las escenas del evangelio, y la pregunta que las hermanas me hacían a menudo, «¿has pensado alguna vez en entregar tu vida a Dios?

Así que era bastante joven cuando empecé a preguntarme y a sentir la llamada a seguir a Jesucristo… atraída por su vida de compasión, amor y entrega.

En los años 70 había un descenso de las vocaciones religiosas en Irlanda; yo era probablemente una persona muy romántica e inocente, pero poco a poco mi respuesta a lo que sentía en mi interior fue creciendo y esperé tranquilamente.

En 1973 escribí al Equipo Nacional de Promoción Vocacional pidiendo información; la respuesta llegó en un sobre marrón con todo tipo de congregaciones; decidí esperar y aclarar lo que realmente quería vivir. Durante este período comprendí algunas palabras como «carisma», «discernimiento», «etapas de formación», …. Tomar una decisión resultó ser más complicado de lo que pensaba.

La vida siguió su curso: me fui de casa y encontré trabajo en la ciudad para ver si podía sobrevivir fuera de mi pueblo, ¡y lo hice! La vida era buena, tenía buenos amigos, vacaciones, fiestas… pero la llamada a seguir a Jesús permanecía, como un suave susurro que me decía «quizá haya algo más».

En 1975 fui a hablar con la Hna. Perpetua, de la Congregación de las Hermanas de la Misericordia; ella tenía una amiga, una Hna. Sheila, que estaba en un convento en Cork, y pensó que por mi personalidad y por lo que yo buscaba, probablemente lo encontraría en esta congregación cuya misión era para la gente.

Así que un domingo vino conmigo y fuimos a una tarde de oración en el convento de Blackpool. Ese día conocí a algunas de las hermanas y fue a partir de ese momento cuando empecé a conocer mejor a las Hermanitas de la Asunción. En cuanto conocí su trabajo y su presencia entre la clase trabajadora y los pobres de la zona norte de la ciudad, me sentí conmovida e inspirada por su vida de servicio, sus relaciones y su sencilla presencia.

No fue algo inmediato y radical, pero después de conocer a estas hermanas, de sentirnos cómodas con ellas, salimos del convento esa tarde y un «Sí» que crecía en mí habló para hacerse oír en el mundo; mi oración fue un gesto de manos abiertas en la confianza y un corazón abierto listo para la aventura que se avecinaba. ¡Toda la vida es una ofrenda!

Comenzó el acompañamiento de mi camino de fe y las hermanas responsables de las diferentes etapas de la vida religiosa me ayudaron a crecer y a tomar una decisión libre. Recuerdo la alegría que sentí cuando entré en la Congregación en 1976… No sabía muy bien lo que me esperaba pero con una generosidad que se suele tener cuando se es joven, y la sensación de tener una oportunidad loca, de tomar el camino de la vida con y entre la comunidad HA… el camino estaba marcado y la Luz del mundo me guiaría…


Bernie O’Donovan

Hermanita de la Asunción, actulmente en el noviciado Internacional de Lima-Perù

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