Pascua 2023

Pascua 2023

Mensaje de Pascua 2023 a las HA, a los amigos y familias

En el relato de los discípulos de Emaús (Luc, 24, 35-48), quizás el pasaje más bello del Evangelio de Luc, «los discípulos tienen la impresión de que la muerte de Jesús ha puesto fin a lo que antes les parecía un ideal apasionante, el cual ha terminado por convertirse en una simple ilusión«

«Nosotras…esperábamos…»

Jesús pudo revelar el sentido del misterio pascual a dos de sus discípulos, porque, primero, se habían expresado a nivel de su vida y de su esperanza. Cleofás y su compañero (o compañera) tienen un proyecto para las personas y para el mundo: la «liberación de Israel» un proyecto bastante potente para haberles conducido a comprometerse totalmente: porque pensaban que Jesús lo realizaría…pero en vano. Al volver a Emaús, discuten en el camino sobre esta esperanza; de una esperanza que ya no tiene sentido.

Nosotras también esperamos. ¿Cómo no esperar en un mundo que tiene tanta necesidad de esperanza? Esperábamos que la guerra en Ucrania no duraría un año, que en el siglo XXI ya no habría casi 200 millones de personas sufriendo hambre. Esperábamos un mundo en que las desigualdades disminuirían en lugar de acrecentar, donde las riquezas serían repartidas justamente entre los países y las personas. Esperábamos…

Jesús se unió a los discípulos de Emaús en lo más hondo de sus preocupaciones como lo hace con las nuestras, y les dejó expresar largamente su esperanza decepcionada. Jesús habla con ellos, no para cambiar su proyecto, sino para darle su verdadero sentido. Jesús parte de lo que vivían, acoge su vida y la sitúa en el gran proyecto de Dios expresado en las Escrituras. El re-expresa su esperanza en términos de Escritura. Y he aquí que su corazón arde. Jesús sale a su encuentro y hace de ellos, de nosotras, testigos. En nuestros encuentros comunitarios, no dudemos en ofrecernos mutuamente estos momentos en que nuestro corazón arde, signo de la Vida de Dios en nosotras.

El corazón arde en contacto con las Escrituras, pero el reconocimiento viene, finalmente, en el gesto eucarístico de la fracción del pan.

En los discípulos de Emaús, hay un camino del corazón que pasa por la experiencia de la Cruz – de la esperanza muerta a la fe viva, cuando reconocen la presencia de Jesús. La esperanza es una llamada al infinito. Nos invita a una constante superación. Es en el momento en que todo parece desesperado que la luz de la esperanza brilla en nosotros y nosotras.

También nosotras necesitamos la proximidad de la Escritura para fortalecer nuestro sentido de la esperanza. Así ocurre en la Eucaristía, que de nuevo nos revela de dónde viene esta esperanza y hacia dónde nos conduce. Como los discípulos de Emaús, esta experiencia de resurrección que la liturgia de la Iglesia nos ayuda a renovar cada año, nos remite a la comunidad, a la misión, a un impulso interior, para compartir nuestra profunda alegría allí donde somos enviadas.

«… Uno de los frutos de las fiestas pascuales para nosotros” dice el P. Pernet «será la resolución que vamos a tomar juntos: ir a Jesús resucitado glorioso, escuchar su palabra, ponernos bajo la acción de su gracia y abandonarnos a Él con buena voluntad»

En nuestro último Capítulo general, nos descubrimos compañeras de esperanza de Ruth y de Noemí, dos mujeres que también se pusieron en marcha después del aparente fracaso de su vida: sin esposo, sin progenitura, sin tierra. En medio de su pérdida, también pudieron descubrir un proyecto para el porvenir.

La vida circula en la Congregación. El Espíritu se comunica de generaciones en generaciones, con el mismo deseo de experimentar el Amor de Dios que salva en la debilidad y en la pobreza. Es una invitación a caminar juntas confiando el porvenir a Cristo Resucitado.

Con la Resurrección de Jesús, todo está hecho y todo queda por hacer. Por esto, la alegría de saber que el amor, la vida y la verdad han triunfado, no nos deja inactivas, al contrario, nos impulsa a la misión. Una misión que comienza por proclamar nuestra alegría y nuestra certeza: Jesús ha resucitado y su Reino ya está en medio de nosotras.

Que Cristo resucitado nos haga redescubrir el proyecto del Reino, que no avanza al ritmo de nuestros deseos, pero que es tan cierto como el triunfo de la Vida sobre la muerte, como lo canta la secuencia pascual:

La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo prodigioso.

El Maestro de la vida murió; Vivo, reina.

«Dinos, María Magdalena, ¿Qué has visto en el camino?»

«He visto el sepulcro de Cristo vivo,

he visto la gloria del Resucitado.

He visto a los ángeles, sus testigos,

el sudario y los vestidos.

¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!

Os precederá en Galilea.»

¡Felices Pascuas a cada una, familias, amigas y amigos!


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *