Migraciones y Hospitalidad en Túnez
Cuando toda la prensa, europea sobre todo, señala a Túnez con el dedo para denunciar la situación de los migrantes subsaharianos en su territorio, es bueno resaltar, honorando, el lugar que ocupa la hospitalidad en la sociedad musulmana, y no mezclar los intereses políticos de una parte con todas sus incoherencias con lo que es vivido en lo cotidiano por hombres y mujeres en los países del Magreb.
Resultaría desafortunado generalizar esta realidad lamentable y escandalosa, al conjunto de la población.
¿De qué se trata? En febrero último, palabras procedentes del gobierno desencadenaron fuertes reacciones . El flujo de migrantes subsaharianos se debería al hecho de un plan previsto con el fin de reemplazar poco a poco la población tunecina de cultura árabe y musulmana por una población no musulmana.
De un día a otro, hombres y mujeres, de los cuales algunos, residían desde hacía años en Túnez con o sin papeles, con trabajos no declarados cumpliendo tareas ingratas, mal pagados, pero en buena relación con sus vecinos, se vieron expulsados, acusados, violentados, injuriados y desalojados a la fuerza de sus casas.
Es cierto que centenares de otros han llegado, no se sabe como por las fronteras de Alger y Libia, despojados de todo, incluso de sus papeles, por « pasa-fronteras » sin escrúpulos, y víctimas de las redes que los estafan desde su país de origen. Pasan el tiempo en las calles, ocupan los jardines públicos mientras esperan por un precio de oro, un lugar en uno de estas ‘pateras’, que a riesgo de sus vidas, los llevará o no a un pedazo de costa europea, Sicilia, Lampedusa, ¡si llegan vivos! Desde enero del 2023, 1.900 migrantes han perecido en el mar.
En este período canicular en el que la temperatura ha alcanzado los 49 grados a la sombra en los últimos días, la población local, ya debilitada por las múltiples carencias que han durado meses y la inflación que ya no permite abastecerse del mínimo, reacciona de diversas maneras. Algunos deploran y denuncian el trato inhumano que sufren estos migrantes, otros temen la propagación de enfermedades y otros piden enérgicamente su expulsión, marchando a ciegas tras teorías conspirativas.
Al final, están todos aquellos, que sin ruido ni exageración mediática, perpetúan dentro de las asociaciones o por iniciativa propia, esta sagrada tradición de la hospitalidad, tan querida por sus corazones musulmanes, hospitalidad, piedra angular del derecho consuetudinario desde antes de la aparición del Islam.
Y me gusta compartir con ustedes estas riquezas de los creyentes musulmanes.
La hospitalidad para un musulmán es parte de las «buenas obras» recompensadas por Dios en el mismo rango que la «fe» y el culto».
Leemos en Sura 2, versículo 177, «La piedad no es volver tu rostro hacia Oriente o hacia Occidente. El hombre bueno es aquel que, por amor de Dios, da de sus bienes a sus parientes, a los huérfanos, a los pobres, a los viajeros, a los mendigos y para la redención de los cautivos; el que cumple la oración y el que da limosna».
“No alcanzarás la verdadera piedad hasta que des en limosna lo que amas. Cualquier cosa que des en limosna, Dios lo sabe”. (Sura 3,92)
“¡Creyentes! ¡Dad en caridad de las cosas buenas que habéis adquirido y de lo que, para vosotros, os hemos hecho brotar de la tierra! Y no elijáis lo deteriorado para dar caridad, como tampoco
vosotros lo tomaríais a menos que tuvierais los ojos cerrados (Sura 267)
Hacer caridad públicamente es una obra de bien, pero si lo hacéisen privado y se la dais a los pobres, es mejor para vosotros y borraráen parte v uestras malas obras. Dios está bien informado de lo que
hacéis ” (Sura 271)
La hospitalidad es un acto de piedad que, además, tiene el mérito de unir la Palabra a los hechos como testimonio: «Si el politeísta busca asilo en tu casa, dale la bienvenida para permitirle escuchar la Palabra de Dios… Entonces, si conviene, envíalo a un lugar seguro» (Sura 9:6). Es esta hospitalidad nacida de la fe y alimentada por la oración la que ha impresionado tanto a hombres como Charles de Foucauld, Louis Massignon y, más cerca de nosotros, al padre Christian de Chergé, cada uno yendo siempre un poco más lejos en la comprensión de lo que significa este enfoque. Uno queriendo convertirse en el «hermano universal», el otro descubriendo que la mayor obra de misericordia es la hospitalidad, que es la fe en el extranjero, un signo de Dios exponiéndose a nuestra misericordia y Christian de Chergé acogiendo la fe del otro como un don de Dios.
Cuando nuestros amigos tunecinos hacen todo lo posible para ayudar a los migrantes irregulares, proporcionarles alimentos, detenerse cerca de ellos para escuchar sus historias, protestar vehementemente para que tengan a su disposición lugares dignos antes de su repatriación, estas son sin duda las palabras que tienen en sus corazones:
«Lo que das en limosna es para tu beneficio. Dar sólo impulsado por el deseo del rostro de Dios. En cuanto a las limosnas que das a los pobres, que han sido reducidos a la miseria, a la manera de Dios y ya no pueden caminar por la tierra, Dios sabe perfectamente lo que gastas en ellos en buenas obras.
Y aquellos que gastan sus posesiones día y noche encontrarán su recompensa en el Señor (Sura 2:271 y 274).
Entonces el número 134 de nuestra Regla de Vida, se encarna cada día más en mí y me ayuda a vivir esta hospitalidad que forma parte de nuestras opciones apostólicas como dice el capítulo de 2022.
El mundo musulmán tan diferente de nosotros, de mí aquí «amplía mi horizonte, me empuja a vivir el Evangelio de una manera auténtica, en sintonía con la vida de estos pueblos», donde, con alegría, continúo la misión de la Hermanita de la Asunción.
Françoise Audebrand (HA en Tunis)