La historia de Aline Lavoix, Hna. Saint-Philippe
Los archivos pueden ser un medio para descubrir o redescubrir bellos recorridos de vida. Se nos brindó una nueva ocasión, gracias a Mme. Laure Mestre, autora de un primer libro que relata su «encuesta genealógica» de su propia familia y que un día entró en contacto con los archivos de las Hermanitas de la Asunción, porque buscaba informaciones acerca de una cierta Aline Lavoix, conocida en la Congregación con el nombre de Madre Saint-Philippe.
La Sra. Mestre se presentó como la biznieta de una mujer que parecía haberse librado de la deportación, gracias a Aline Lavoix, durante la primera guerra mundial, en Douai. Aunque sabía que había fallecido, deseaba clarificar esta historia y dar testimonio de su agradecimiento a la Congregación.
Madre Saint-Philippe, religiosa
El recorrido de Madre Saint-Philippe después de su entrada en la Congregación es relativamente bien conocido: Llegó al postulantado en 1919 y pronunció sus primeros votos dos años más tarde y en 1928 sus votos perpetuos. Fue maestra de novicias de 1936 a 1946 y después, asistenta general durante 22 años, hasta 1969. Vivió parte del tiempo de la 2ª guerra mundial en la Casa-Madre, donde participó en la acogida a los refugiados y en la organización de la cantina (sopa popular) durante la Ocupación.
En 1954 y en los primeros años que siguieron, contribuyó también, con otras H.A., a la puesta en marcha de la Misión Obrera, que el episcopado francés había impulsado e iniciado.
En estas diversas misiones, marcó a numerosas religiosas con su «buena sonrisa», su sentido misionero, su dinamismo, su atención afectuosa, su rectitud, su «amplitud de espíritu», pero también sa firmeza. El artículo del Pain de Chez Nous que relata su fallecimiento en 1987 evocaba también su «exigente bondad»: la misión tenía primacía, pero «al mismo tiempo, una se sentía escuchada, (…), comprendida, llamada a crecer, a superarse, a veces, no sin sufrimientos.» Estaba intimamente convencida de que oración y misión no podían separarse.
En 1969, seis meses después de haber dejado el consejo general, ecribía:
« Este año ha estado marcado por un cambio, que he intentado acoger de acuerdo con mi vida consagrada, en la que Cristo ha de tener todo el lugar. (…)
Experimenté lo que era, pasar de una situación de responsabilidad a una situación que requiere discreción, porque de no ser así, podría «causar molestia a las que tienen la gracia actual para guiar a la Congregación. Cuesta saber poco de lo que organizamos con el Consejo anterior, pero es bueno para el alma y tan natural en una vida religiosa. (…)
¿Cómo amar más y mejor, dejarme impregnar por este fuego devorador de la caridad, este intenso deseo de la salvación de las almas? Tengo miedo del sufrimiento, de la muerte. Entonces, me contento con suplicar al Señor, para que me ayude a realizar su plan sobre mi (…) »Los archivos conservan también un cierto número de charlas y conferencias que le habían pedido, en particular a nivel de la formación de las superioras y también un libro que le dedicó Sr Rose-Marie Chaine en 1999, libro que invito a referirse, a toda persona interesada (el texto está disponible en los archivos, en Francés, Inglés y Español; ¡No dudéis en poneros en contacto con nosotras!).
Falleció en Songeons en enero de 1987.¿Qué vivió antes de entrar en la congregación?
Lo que menos se conoce, es su historia antes de su entrada en la congregación.
Aline Lavoix nació el 23 de febrero de 1893 en Douai, en el seno de una familia de cinco hijos, en la que recibió una educación cristiana, en un ambiente de amor familiar. Uno de los testimonios que hemos evocado, muestra incluso a una «niña mimada» y se maravilla de que esta infancia no haya tenido «efectos deplorables» en la joven Aline.
Parece que sintió una llamada a la vida religiosa a partir de los 15 años, pero sus padres le pidieron que esperara a ser mayor de edad (21 años en aquella época) y que antes, continuara sus estudios de enfermera. Aline entró en la Cruz Roja en 1912, cuando cumplió los 19 años y poco a poco obtuvo los diplomas para ser «Dama enfermera».
Pero la guerra estalló, y Douai, como parte del Norte de Francia, fue ocupada por el ejército alemán. La Cruz Roja abrió un hospital y Aline Lavoix fue nombrada para hacerce cargo de la dirección de una sala muy grande, con unas 40 camas. Más tarde, dio testimonio de hasta qué punto, en aquella época, la población douaisiena, se sentía aislada del resto de Francia, por el hecho de la ocupación. La ciudad estaba situada cerca del frente y la población oía cada día el ruido de los combates.
El hospital se cerró en octubre de 1915 por varias razones; la principal fue que los alemanes quisieron que sus propias enfermeras trabajaran allí. Aline y sus amigas aprovecharon este tiempo,entonces libre, para enseñar catecismo, pero también…para visitar a los enfermos a domicilio. Fue allí, donde Aline compartió su testimonio: Comprendió que los enfermos necesitaban una presencia prolongada cerca de ellos y no solo una visita rápida. Esta experiencia le hara descubrir mas tarde la congregacion de las HA como la que le permitiria responder a ese llamado.
En 1917 y a comienzos de 1918, los Alemanes decidieron designar rehenes para presionar al gobierno francés. Los hombres fueron enviados a Lituania y las mujeres al campo de Holzminden, en Alemania.
La tradición oral en la familia de Mme. Mestre, así como el testimonio del coronel Lavoix, sobrino de Mère St Philippe, indica que algunas personas «no designadas», como Aline Lavoix y algunas de sus amigas, decidieron ofrecerse voluntariamente, para reemplazar a otras mujeres mayores o enfermas. Ni Aline ni una de su amigas, de la que tenemos el testimonio, mencionan haberse ofrecido como voluntarias. Otra hipótesis es que hubieran sido designadas para reemplazar a estas mujeres mayores o enfermas.
Sea lo que sea, entre las mujeres que escaparon así a la deportación, se encontraba Jeanne Thomas, esposa del Sr. Picard, la bisabuela de Laure Mestre. En cuanto a Aline, partió hacia el campo de Holzminden el 10 de enero de 1918. El viaje en sí, se hizo en muy malas condiciones, en vagones sin calefacción y con temperaturas inferiores a cero grados. El trayecto, de noche, fue difícil y fue imposible dormir. Duró 4 días: el convoi se paraba durante la jornada para hacer subir a grupos de mujeres, también deportadas, y por la noche volvía a partir.
Este campo, en el que había 120 barracas y estaba rodeado con alambre de púas de 2 metros de alto, y además de miradores, las condiciones de vida eran rudas: amontonamiento en las barracas, carencia de alimentos, invasión de chinches…Pero las detenidas podían recibir paquetes y se habían organizado algunos servicios: una capilla, una escuela… Después de seis meses, el 15 de julio, los Alemanes rapatriaron a las deportadas hacia la zona libre en Francia, pasando por Suiza. El regreso fue largo, pero se hizo en mejores condiciones que la ida.
Aline tuvo que esperar el fin de la guerra, en noviembre de 1918, para poder, por fin, unirse a sus familiares en Bélgica, donde habían sido evacuados, antes de regresar a París, se quedaron algunos meses en el Norte, para después llegar a Paris y entrar como postulante en las Hermanitas. Escogió el nombre de Sœur Marie Saint-Philippe en recuerdo de su hermano, muerto en el frente el 23 de julio de 1918.
Céline Hirsch, servicio de los archivos, enero de 2025