¡Feliz fiesta de la Asunción!
«Al faltar el vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino.»
(Jn 2,3)
María mira, observa y escucha; se hace presente y toma una decisión. En aquel tiempo en que las mujeres no tenían poder, María, con su relación de madre y su intimidad con Jesús, se da la autorización de hablar.
María se atreve a tomar la palabra. María, con su petición, devuelve la dignidad a una familia. Esta atención que nos parece natural muestra que es una mujer de su tiempo, en relación con las demás de la vecindad, puesto que es invitada a esta boda. Sin duda era conocida por sus actitudes, por su manera «de cuidar» en el día a día, a aquellos y aquellas con quienes vivía.
Y nosotras, ¿Conocemos a mujeres que no pueden tomar la palabra? ¿Y a otras que ponen todas sus convicciones para ser la voz de los sin voz?
Esta manera de ser encuentra eco en nuestra misión. María, compañera de camino desde los orígenes de la Congregación, nos indica con sus actos cómo vivir con Jesús y cómo revelarle.
Vivió con Jesús durante 30 años. Ella lo trajo al mundo. Y este día, cuando Jesús le respondió: «¿Qué quieres de mi, mujer? Mi hora no ha llegado todavía.» María indicó a su hijo que la hora sí había llegado, contribuyendo así a un segundo nacimiento: el de su vida pública.
¡Qué maravilla para nosotras ver cómo Dios, Padre nuestro, nos asocia en una reciprocidad a su obra de salvación! Y esto sucedió varias veces durante la vida pública de Jesús.
Tomemos tiempo para volver a nuestra Regla de vida, profundizar las 3 pistas que priorizamos en el texto de la Asamblea de Congregación, para concretar más nuestras opciones del Capítulo general 2017 durante estos dos próximos años. Fortalezcamos nuestro deseo de Vivir con Jesús y releer nuestra vida para encontrar a Dios en ella, personalmente y en comunidad. Son pilares que nos permiten responder a nuestra vocación de Hermanita de la Asunción.
«Haced lo que El os diga.» Jn 2, 5
María había experimentado ya la eficacia de esta confianza: «Que se haga en mi según tu palabra». Esta Palabra meditada en su corazón fue el hilo conductor de su vida para acompañar a su hijo hasta la muerte y resurrección.
Una Palabra potente que contagia puesto que los servidores la acogen. Estos siervos, los últimos de la fiesta fueron los primeros en ver el agua transformada en vino. Fueron los únicos de la fiesta en saber de dónde procedía este vino. Un vino caluroso, abundante como el pan multiplicado, como la vida que Dios nos ofrece sobreabundantemente. ¡Con Dios siempre es la desmedida!. Vino de la alegría. Promesa de Alegría y de felicidad.
Pero, para comunicar este gozo, para “comunicar el poder transformador de Jesús, no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no consiste sólo en hablar, predicar o enseñar, menos aún en juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar con una fidelidad creadora, los signos que hizo Jesús para introducir la alegría de Dios, haciendo más dichosa la vida dura de sus contemporáneos”. J.A. Pagola
Para convertirnos cada día en estas mensajeras de la vida mejor, de la vida fraterna, de un mundo reconciliado, hemos de actuar de manera que nuestros actos revelen Jesucristo.
Podemos hacerlo
*cuando nos ponemos en marcha para vivir una ecología integral, «la ecología de la vida cotidiana»,
*cuando creemos que «la vida de fraternidad sin fronteras está ante nosotras» y que podemos participar en ella con un espíritu abierto y confiado,
*si creemos en la fuerza de la llamada de Dios hoy en el corazón de las jóvenes, y
*si oramos, buscamos, invitamos para que algunas escuchen esta llamada.
¡Entonces, el vino de la fiesta correrá alegremente con abundancia!
«Con María, portadora de la esperanza de su Pueblo, recorremos este camino de fe; con ella, acogemos la Salvación y celebramos las maravillas de Dios que «colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos con las manos vacías.»
Mensaje dirigido por el Consejo General a las Hermanitas de la Asunción con ocasión del 15 de agosto