Un doble nacimiento: Etienne Pernet y Antonieta Fage (1/3)
Este artículo muestra un doble retrato de Esteban Pernet y de Antoinette Fage, redactado con ocasión del bicentenario de su nacimiento. Se publicará en la Pag. Web en tres partes, de las cuales, ésta es la primera, que evoca los primeros años de su vida, hasta 1864.
Hace 200 años, en 1824, nacían Etienne Pernet y Antoinette Fage, que, más tarde, en su vida, fundaron la congregación de las Hermanitas de la Asunción. Su amistad espiritual y sus propios carácteres, permitieron poner en marcha la intuición inicial del Padre Pernet, con el fin de « procurar la gloria de Dios por la salvación de los pobres y los pequeños ».
Una infancia modesta
23 de julio de 1824. En un pueblo del Franco-Condado, llamado Vellexon, llegaba al mundo un niño, bautizado al día siguiente con el nombre de Claude Etienne. El Franco-Condado era entonces un territorio rural y el padre de familia, Claude Pernet, era a la vez agricultor y obrero en una mina de hierro. Al correr de los años, 7 hijos ensancharon el hogar, de los que solo 4 llegaron a la edad adulta. El padre y la madre, Madeleine Cordelet, eran reputados en el pueblo por su honradez. Un gran afecto unía a los miembros de la familia, y en particular a Etienne con su madre.
Antoinette nació algunos meses más tarde, el 27 de noviembre. A diferencia de Esteban, creció en un medio urbano, en París que pronto conocerá las grandes transformaciones del barón Haussmann. Pero, como él, Antoinette nació en un medio modesto, su madre era lencera y no conoció a su padre, que era soldado, porque dejó el hogar en el momento de su nacimiento.
Su infancia fue como una sucesión de pruebas: perdió su abuela en su infancia, después a su madre, cuando tenía 13 años. Además, debido a una caída mal curada, quedó minusválida y pequeña de estatura. Después de la muerte de su madre, fue recogida por unos vecinos, y como no quiere ser una carga para ellos, se puso a trabajar como lencera.
El entorno religioso
La familia de Antoinette no era muy ferviente. Sin embargo, fue bautizada algunos días después de su nacimiento e hizo su primera comunión. Antes de la muerte de su madre, fue a la escuela de religiosas y participó en un grupo de Hijas de María.
Etienne fue educado en un ambiente profundamente católico y desde el catecismo, sintió la llamada a ser sacerdote.
También él conoció el duelo muy joven: su padre murió en 1838, y como consecuencia, su familia se empobreció progresivamente. Madeleine Cordelet, comadrona del pueblo, tuvo que trabajar mucho más para asumir, sola, la carga del hogar. Sin embargo, prefirió motivar al joven Etienne para el estudio. Tenía entonces 14 años y siguió todas las etapas que preparaban entonces para el sacerdocio (primaria, seminario menor y luego seminario mayor)..
Busqueda interior
Pero Etienne duda. No de su fe, que permanece profunda, sino de su vocación. Se hace una idea muy elevada del sacerdocio y, como lo confió más tarde a algunos testigos, estaba asustado por la responsabilidad de las almas y temía la soledad del sacerdocio secular. De modo que después de maduras reflexiones y numerosas oraciones, dejó el seminario de Besançon. Tenía 20 años, se encontraba totalmente desprovisto y no quería ser una carga para su madre. Después de algunos años como supervisor de clase y después preceptor en Dôle, en el Jura, partió a París para buscar trabajo, siguiendo el ejemplo de numerosos jóvenes rurales de su época. Allí, fue felizmente acogido por un primo, que aceptó albergarlo. Pero Etienne cayó gravemente enfermo. Oraba mucho y a menudo iba a rezar en Notre-Dame des Victoires, buscando su vocación.
Finalemente, un sacerdote lo presentó a Madre Marie-Eugénie de Jésus, Fundadora de las Religiosas de la Asunción, la cual lo dirigió al Padre d’Alzon, en Nîmes, con estos términos:
«Este joven me gusta bastante, parece inteligente, activo (…) y creo que tiene madera para el bien, con mucho dinamismo natural (…). Me parece sincero en su deseo actual». El Padre d’Alzon conocía el juicio justo de Madre Eugénie y respondió inmediatamnte« Envíemelo».
En 1849, cuando Etienne llegó a Nîmes para ver al Padre d’Alzon, Antoinette deja a su familia adoptiva para entrar en un taller de costura.
Ella se encuentra bien en este taller, donde se emplean jóvenes honradas y pobres. Los testimonios recogidos de esta época, insisten todos en la generosidad de Antonieta. Sabine Bernard, por ej., la hija de su casera, escribe: «Todo el dinero que ganaba servía para ayudar a mujeres jóvenes que sufrían a causa de la miseria en su hogar».
También practica una vida de oración ,asiste a los oficios del domingo y a la misa cotidiana, por la mañana, antes de su jornada de trabajo. Entra en la Asociación de Nuestra Sra. del Buen Consejo, uno de los primeros patronatos de París, obra de caridad que consistía en visitar a las familias pobres, distribuirles bonos para el pan o para la carne, o también para hacer dones personales. Para ello, Antoinette trabaja más aún y se priva.
Por medio de las Dominicos conoció a las Sras. de Mesnard, una madre y una hija, ambas terciarias dominicanas, que proyectan abrir un pequeño horfelinato para chicas jóvenes. Antoinette acepta ser la directora en 1861.
Nîmes y Paris
Etienne, marchó a Nîmes para ser supervisor en el colegio que el Padre d’Alzon dirigía desde hacía cinco años. Atrajo la simpatía de todos y fue apreciado por sus alumnos, pero no se hallaba muy a gusto en este oficio. Releamos el testimonio de uno de sus antiguos alumnos, el Padre H.D. Galeran, en la revista “Souvenirs”: (Recuerdos) publicada poco después de la muerte del Padre Pernet (en julio de 1899):
«Su exterior simpático, el sonido mismo de su suave voz, su encantadora timidez; luego, poco a poco, el conocimiento de su buen corazón, todo en él atraía nuestro vivo afecto. Evitábamos causarle el menor dolor, lo cual, por parte de los alumnos hacia un supervisor, es sencillamente heroico».
Y el Padre d’Alzon escribía a la Mère Eugénie en junio de 1849:
«Estoy muy satisfecho con Monsieur Pernet (…). Le agradezco que me lo haya enviado. Noto en él apertura, franqueza, buena voluntad, una mente seria y clara, poca imaginación, pero me da la impresión de un hombre sólido».
Sin embargo, fue una época difícil para el joven, debido a su timidez, falta de confianza y poco atractivo por la enseñanza. Más tarde diría que fueron «años de sufrimiento».
Ingresó en el noviciado de los Agustinos de la Asunción en octubre de 1849, apenas cuatro meses después de su llegada a Nîmes. Tras emitir sus primeros votos el día de Navidad de 1850, continuó su formación y fue ordenado sacerdote en Le Mans en 1858.
Durante su época de joven religioso, Etienne, encargado de la enseñanza, se hizo cargo también de un oratorio que reunía a unos 200 niños de origen obrero. Fue allí, como él mismo atestiguaría más tarde, donde descubrió lo que llamaba el mal del obrero, tanto en su dimensión material como espiritual, y recibió el impacto que le llevaría más tarde a fundar la congregación de las Hermanitas de la Asunción.
A continuación, Etienne es enviado a diversos lugares, entre ellos Clichy y de nuevo Nîmes, pero sigue siendo una época difícil para él. Se siente poco apto para las tareas que se le asignan (dirección de alumnos, enseñanza, ecónomo, etc.). Su salud se resiente y sigue siendo precaria y, además, su madre atraviesa grandes dificultades económicas, lo que le preocupa mucho. Finalmente, en 1863, fue enviado a París, a la comunidad de la rue François Ier, donde permaneció el resto de su vida.
Antoinette, este periodo marcó su trabajo como directora del orfanato dirigido por las Dames de Mesnard. También ingresa en la Tercera Orden Dominicana.
Desde el principio, se hace querer por las jóvenes a su cargo. Bajo su apariencia endeble, era alegre y llena de energía. La señorita Pétard, miembro de la Tercera Orden Dominicana, escribió más tarde sobre ella: «Durante los pocos años que pasé en su compañía, disfruté de su alegría, su templanza y su excesiva bondad (…) Era imposible aburrirse con ella; no había monotonía a su alrededor».
Las señoras Mesnard estimaban a su colaboradora, pero se aferraban a su autoridad y estaban celosas de la confianza que las jóvenes depositaban en ella. El resultado fue una situación delicada que duró más de un año.
En este contexto se produce el encuentro entre Etienne y Antoinette.
Una respuesta
Excelente relato que renueva el Amor por los «pilares de la Congregación» y el legado que nos dejaron.
Gracias a quiénes han hecho este buen trabajo