¿Seremos «Sembradoras de esperanza»?

¿Seremos «Sembradoras de esperanza»?

¡ Feliz Navidad 2019 !

Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén, y gritadle: Su servidumbre ha terminado, su culpa ha sido perdonada y ha recibido de la mano de Yahvé doble paga por todos sus pecados.

Una voz grita: cAbrid en el desierto un camino al Señor, allanad en la estepa una ruta para nuestro Dios!

He aquí que viene Yahvé el Señor con poder; con la fuerza de su brazo domina todas las cosas; Lo acompaña el fruto de su victoria y su salario lo precede. Como un pastor apacentará su rebaño; llevará en su seno a los corderos; conducirá apaciblemente a las ovejas que crían.Is.40,1.11

Esta promesa firme sigue resonando hoy. Se realiza ahora y nos provoca a inscribirla en nuestras vidas. Ante todo saboreemos este don que se nos da, contemplémoslo: Jesús hoy en nosotras, con nosotras. ¿Cómo acoger este don de proximidad? Dios hecho hombre del pesebre a la Eucaristía…

Del pesebre: «donde Lucas nos lo presenta, es un Dios totalmente dependiente que se nos propone, lo vemos colocado en las manos de los pobres, las de María y de José, las de los pastores»([1]), a la Eucaristía: don total en lo íntimo de nosotras».

Esta noche de Navidad, nos recuerda que Dios se hace humano, no solo en un momento de la historia, sino hoy, muy cerca de nosotras, en nosotras.. Nos invita a acoger «este regalo», fundamento de nuestra esperanza.

¿Qué hacemos de nuestra esperanza en este periodo de la historia del mundo en que las injusticias, los sufrimientos, las persecuciones y las exclusiones son tan grandes? ¿Creemos que todos y todas están llamados a esta mesa del compartir? Todos y todas invitados, acogidos, sin exclusión, en la reciprocidad del don. Mesa universal donde Dios reúne a sus hijos e hijas dispersos.

¿Cómo vamos a dar cuenta de nuestra fe, de nuestra alegría, de nuestra esperanza?

¿Cómo la cultivamos sin dejarnos deslizar en las costumbres, el pesimismo reinante, olvidando esta riqueza que llevamos en vasos de arcilla?

Sí, somos una congregación frágil y viva por nuestra realidad estructural como a veces decimos, y también a causa de nuestra humanidad individual. Pero creemos que de esta fragilidad nace nuestra fuerza, porque se halla en el abandono de cada una de nosotras al amor del Padre. Abandono vivido por cada una en un acto personal, en Iglesia, en Congregación, en Comunidad. Y este acto de fe se nutre de la Escritura como lo expresa San Pablo:

«Hermanos, Hermanas, todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que poseamos la esperanza gracias a la perseverancia y a la valentía que da la Escritura. Que el Dios de la perseverancia y de la valentía os conceda estar de acuerdo entre vosotros según el espíritu de Cristo Jesús. Así, con un solo corazón y una misma voz, daréis gloria a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Acogeos pues unos a otros como Cristo os ha acogido para la gloria de Dios.» (Rom. 15,4-6)

Esta esperanza, a menudo puesta a prueba por nuestras relaciones comunitarias que a veces nos agreden y nos duelen, pero a la vez nos recuerdan que Dios nos llama, nos reúne y nos da la fuerza de ser mujeres de reconciliación, solidarias para acoger y construir un mundo de justicia y de paz. Entonces nuestras fragilidades se convierten en caminos de construcción en la diversidad de generaciones, culturas, internacionalidades, porque nos reconocemos como hijos e hijas del Padre, de este Dios Trinidad que «destruirá la muerte para siempre. Enjugará las lágrimas de todos los rostros. Y este día dirán: ‘He aquí nuestro Dios’, en El esperábamos y nos ha salvado. Es Él, el Señor, en Él esperábamos, exultemos y alegrémonos: ¡Él nos ha salvado!» Isaías, 25,8-9

¡Así la esperanza reinará! La alegría será compartida. Y la Palabra de la Escritura se encarnará:

«Alegraos, estad alegres …
Porque el Señor viene…Él gobierna a los pueblos con justicia.
Alégrese el cielo, exulte la tierra.» Sal. 95

Seamos sembradoras de esta Esperanza que se nos ha dado.

([1]) Simon Pedro Arnold, «Dios está desnudo»


Del Consejo General de las Hermanitas de la Asunción

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