Genovic no llora mas…

En nuestra misión cotidiana de Hermanitas con los más pequeños, ciertos gestos sencillos revelan toda su fuerzar. En Kinshasa (Congo), la Hermana Ernestine nos cuenta cómo acompañó a un niño pequeño que estaba pasando por un momento difícil. Es una historia que demuestra hasta qué punto la atención de unos padres puede transformar el corazón de un niño
Soy Ernestine, Hermanita de la Asunción en Kinshasa, en la República Democrática del Congo. Me gustaría compartir con vosotros una pequeña historia que ocurrió al principio de este curso escolar, en septiembre, en nuestra escuela infantil.
El niño que me impresionó se llama Genovic. Tiene 4 años. Nada más llegar a la escuela, lloró durante casi todo el día y se negó a entrar en clase. Prefiere quedarse fuera, fingiendo que quiere ir al baño, pero en realidad intenta escapar del aula


Un cambio gran para Genovic
Un día, me acerqué a él para intentar entender qué le ponía tan triste. Me confesó que quería volver a su casa, encontrar a su abuela, con la que tenía un estrecho vínculo. Ella era quien le llevaba todos los días al colegio.
Me puse en contacto con su padre, que salía muy temprano por la mañana para trabajar y no podía acompañar a Genovic. Tras comprender la situación, el padre accedió a retrasar su salida una mañana para venir a la escuela. Entró en el aula, habló con su hijo y le explicó que la escuela era un lugar para aprender, no para llorar.
Desde ese día, Genovic ha dejado de llorar. Se queda en clase, se concentra y parece feliz de venir al colegio. Esos minutos de atención de su padre han transformado su comportamiento de forma notable. Esto demuestra lo mucho que puede significar para un niño la presencia cariñosa de un padre, por breve que sea

Una evolución hacia la alegría y la apertura del corazón
Hoy, después de seis meses en la escuela, me llena de alegría ver lo mucho que ha avanzado Genovic. Ya no llora, es feliz, sonriente y valiente. Ha desarrollado una relación de confianza con su profesora. Ahora habla con ella con facilidad, sin miedo ni vergüenza.
Con sus compañeros, es sociable y participa activamente en clase. No duda en expresarse, responde a las preguntas, escribe los números del 1 al 4 y algunas vocales, y sabe recitar poemas. Ha hecho amigos en su clase, así como entre los niños mayores.

Un niño que crece a través de la relación
Genovic también ha forjado un fuerte vínculo conmigo. Todas las mañanas viene a mi despacho a saludarme. A veces simplemente me sonríe. Otras veces, me cuenta que algunos de sus amigos se burlan de él. Un día me dijo con gran orgullo: «He crecido y ya no quiero llorar más en la escuela».
Lo que más me conmueve es el compromiso de sus padres. Varias veces a la semana, su madre o su padre la acompañan al colegio para ver cómo está. Me alegra mucho ver lo mucho que se ha desarrollado Genovic.


Hna. Ernestine, comunidad de Kinshasa